La guerra en busca de paz: Le Barón, donde se pica piedra para abrirle paso a la vida

POR: MANUEL ESCOGIDO

"Si quieres paz, prepárate para la guerra" 

(Flavio Vegecio Renato)

Un café caliente es un buen comienzo para las frías mañanas.

Las mujeres se disponen a iniciar las labores que han venido desarrollando generación tras generación en esta colonia establecida desde 1944. Los varones, listos para el campo, los negocios, la instrucción de los hijos y todo aquello que sea productivo y darle plusvalía a la tierra que tanto les ha dado, que tanto les ha quitado.

A la mesa se tocan temas de noticias, de política, de valores, de justicia, se planea el día. Cada integrante de la comunidad es funcional, tiene una tarea específica, nadie está exento de aportar algo para mejorar las condiciones de vida.

A tres horas y media de la capital, entre los municipios de Buenaventura y Galeana, se encuentra Colonia Le Barón, una comunidad que ronda los 2 mil 500 integrantes.

Casas al estilo norteamericano dilucidan la convivencia y unidad entre ellos y quienes le rodean aunque durante el Consejo de Ancianos de este jueves 17 de febrero, una mujer que vive en Los Ángeles, California  -Goldy- se manifestó a la entrada de la comunidad porque no está de acuerdo en que busquen la autodeterminación.

Orgulloso de sus raíces, Adrián Le Barón comparte las partes más sensibles de su tierra, en la que creció, ve crecer a su descendencia y está seguro que se perpetuará por muchos años porque “los más jóvenes se van a trabajar fuera pero siempre quieren regresar a su tierra, ellos y ellas también aman Chihuahua, son güeros pero son mexicanos hasta las cachas”.

De hecho la juventud Le Barón asiste de forma voluntaria al retiro anual de valores que se organiza a finales de junio, antes de las fiestas que se realizan durante la primera semana de agosto. Al encuentro, acuden más de 400 personas de entre 12 y 17 años, en donde conviven, comparten vivencias y se les platica sobre valores y la integridad como seres humanos.

Así, con esa convicción, un Le Barón puede irse a trabajar a Canadá, Alaska o Estados Unidos, pero siempre va a querer regresar aquí para que sus hijos se desarrollen como ellos lo hicieron.

Recorre un cerro, va al otro, visita una de las casas de sus hijos, luego a una de sus esposas. Un hombre de pueblo con facciones duras y con la sapiencia más que suficiente en derecho, historia, geografía, física, biografías de personajes históricos, corrientes ideológicas, política, finanzas y todo de forma bilingüe.

Se da un tiempo para recorrer y ser hospitalario en la extensión de Colonia Le Barón compuesta por escuelas, lugares de recreación, auditorios, centros de salud, calles pavimentadas y caminos planos…todo, absolutamente todo lo que un ciudadano pueda necesitar y sin la intervención -y menos la inversión- del Gobierno en cualquiera de sus niveles.

 

El Santuario de Rhonita

Un punto toral, privado donde se viven emociones encontradas es la casa donde creció Rhonita, una de las hijas de Adrián a quien un grupo armado le arrebató la vida de manera atroz y bestialmente, al lado de otras dos mujeres y seis niños. Seis infantes más, resultaron heridos.

En esa casa, desde donde se divisa hacia Buenaventura y Galeana en puntos totalmente opuestos, contiene un sinfín de fotos familiares: Rhonita y sus gemelos, su esposo, sus hermanos, sus padres, su vida.

El nudo en la garganta por ver el brillo de una joven que apagaron sin motivo aparente, es inevitable. Se acrecienta, cuando Adrián explica con mucho detalle en la confianza de la sobremesa, cómo fue encontrarse con la escena dantesca del multihomicidio, el acomodo y entierro de los cuerpos incinerados y sobretodo, el tortuguismo del sistema de justicia en todos sus niveles.

El semblante y tono del hablar de ese hombre recio en las causas sociales, se tornan. Sus ojos se humedecen más y su voz entrecortada, realizan una semblanza de la joven que, de acuerdo a algunos peritajes, murió a causa de las heridas de balas y por la quema a la que fue sometida cuando se presume aún tenía poca conciencia de vida.

Esta violencia inexplicable contra la comunidad había prendido los focos rojos desde 2009 en que secuestraron a Erick Le Barón; después a Benjamín Le Barón Ray y Luis Carlos Widmar Stubss, quienes a la postre, fueron asesinados en el noroeste de Chihuahua.

Adrián reconoce que este lugar le llena de una energía muy especial. Otorga su confianza y consentimiento para las capturas mientras explica quiénes están en las fotos.

 

Consejo de Ancianos: el desarrollo

“Ella ni vive aquí, no sé qué intereses tiene” se oye decir entre los comentarios de la comunidad que de a poco va llegan al lugar de la reunión y saben de la manifestación de Goldy.

La oración para la correcta toma de decisiones que les lleve al progreso, es parte primordial de sus reuniones. Los más ancianos y sabios, se encargan de los rezos y se vive un ambiente de respeto total.

Desde los más jóvenes hasta los mayores tienen interés por autodeterminarse: un gobierno desde ellos para ellos sostenido en tres departamentos que se encargan de la educación, la economía y la parte social.

Acusan no solo el abandono del sistema administrativo, judicial, político, partidista de todos los órdenes y colores, sino también la coalición con el crimen organizado en detrimento de la sociedad.

“Si no reclamamos nuestros derechos, nadie lo hará por nosotros”, expresa con ahínco Julián Le Barón mientras convoca a su comunidad y los mexicanos en general, a no ser partícipes pasivos en la democracia como es la emisión de un sufragio y después no increpar ni exigir resultados a los servidores públicos.

Están en contra de la violencia y a favor de la paz pero desde hace al menos 10 años han sido objeto de la violencia de grupos criminales en colusión con algunas autoridades, acusan. De hecho, fueron partícipes activos en la destitución del director de Seguridad Pública de Galeana durante 2020, tras las denuncias de tortura y agresiones contra los detenidos. Incluso saben el caso de un muerto en las celdas de esa localidad a causa de los golpes.

Han acordado la instalación de una base de la Guardia Nacional pero no para que haga labores preventivas ni de patrullaje, sino para que las fuerzas armadas respalden su trabajo por la paz. De hecho, ellos les donaron el terreno donde están instalados.

“No queremos levantar las armas y que nos reconozcan como autodefensas, queremos y aspiramos a ser un pueblo civilizado, aceptar esa responsabilidad de ser un pueblo civilizado”, enfatiza el también activista.

Además apoyaron en la instalación de la comunidad indígena migrante –principalmente del sur del país- apostados en las faldas de uno de los dos los cerros que forman parte de la geografía Le Barón, compuesta en el 70 por ciento de menores de 16 años.

Es justamente por ellos, las nuevas generaciones, que no ceja la convicción de autodeterminarse. “Deben saber nuestros hijos que si alguien los agrede, hay un león atrás que los defiende”, dice Julián con un mensaje fuerte, sólido y que arranca aplausos de su comunidad.

Durante el Consejo de Ancianos, compuesto de 36 integrantes en sus tres departamentos, nadie es más que nadie. La democracia es simple: se levanta la mano. Todos pueden opinar, todos deben escuchar.

Sin marchas, sin plantones y sin derroches en campañas políticas, renuevan a cuatro de los integrantes de su Gobierno, proceso que organiza el abogado de la comunidad, Esteban Barrios, quien, por cierto, les informa de la radicación de su caso a la Sala Superior del Poder Judicial de la Federación luego que el Tribunal Electoral Estatal y la Sala Regional Guadalajara lo desecharan.

Inquietos y con expectativa de las intervenciones que seguirán al mensaje de Julián, escuchan la ponencia de Gerardo Macías Rodríguez, consejero del Instituto Estatal Electoral y presidente de la Comisión de Grupos Étnicos y Pueblos Indígenas recién formada en 2018 para la atención de estas minorías.

Reconoce la creación del Instituto Mexicano de Pueblos Indígenas (IMPI) pero reprocha la integración de las otras agrupaciones a estos trabajos y el reconocimiento de sus derechos, acentuando que en México “somos muy buenos para vanagloriarnos por la riqueza y pluralidad con la que contamos pero somos muy malitos para reconocer los derechos de esta riqueza”.

Desde su espacio, les reconoce la ganancia de su derecho como un grupo tribal y con optimismo les precisa los criterios objetivos y subjetivos del acuerdo 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) al cual, México está suscrito.

“En los subjetivos y esto es fundamental, es que haya una conciencia de identidad y creo que esto es definitivo y ustedes lo tienen muy claro, quiere decir que cada uno de ustedes se considere parte de esta comunidad…Yo les hago el llamado a que no claudiquen, a que sigan adelante y no dejen de luchar por sus ideales, les aseguro que siempre encontrarán luz en su camino”, les dice Macías Rodríguez quienes además, les detalla el proceso que seguirá su petición al ser radicado en el máximo órgano judicial en el país.

Le sucede Celia Palacios Mora, doctora en geografía electoral y con vasta experiencia en temas de geografía política y fronteras, quien les plantea preguntas muy concretas que pudieran apoyar en el reconocimiento de su autonomía. Pero reconoce que son un caso único en el país.

Se sabe no experta en aspectos jurídicos pero está convencida que la voluntad política juega un alto porcentaje para dar el siguiente paso y si aquella no existe, la autodeterminación podría difuminarse entre los papeleos y la tramitología y el mismo procedimiento.

La seguridad es un argumento muy válido, insiste, pero hay que considerar más aspectos como las características sociales, económicas y políticas propias. Conocer a fondo sus demandas, cuántos son, cuál es su territorio y qué tipo de autonomía buscan.

Descarta que Comunidad Le Barón tenga similitudes con los grupos de autodefensa en algunas entidades del sur del país pues México cuenta con muchas realidades en todos los aspectos.

“Tenemos Méxicos más pobres, Méxicos menos pobres, Méxicos con municipios de más recursos, el caso de Galeana es un caso que veo único a nivel nacional y sentaría un precedente muy importante porque hay algunos elementos muy válidos de que ellos quieren constituirse como una comunidad y a nivel internacional este reconocimiento sí se da, pero depende de con qué características”, sentencia.

Al término del Consejo, oran, se abrazan, se retiran a sus respectivos hogares con el optimismo de que su lucha por la autonomía va por buen camino.

 

Adrián y Julián son los más solicitados por la prensa e incluso transmiten en vivo su entrevista en un noticiero en cadena nacional en donde reafirman su posición. Acostumbrados a las cámaras y reflectores, se disponen a hablar por su comunidad; no hay un guion, solo hombres sonrientes que buscan paz y justicia para su comunidad.

“Si fuéramos vengativos o quisiéramos estar en guerra, podríamos tomar las armas, pero eso no es de nosotros, no es nuestra formación, no está en nuestros valores. Nosotros le damos plusvalía a la tierra, a nuestra tierra y no queremos que políticos corruptos nos impongan a gente coludida con los criminales como autoridades”, diría Adrián en anteriores conversaciones.

Se saben en un estilo de vida en autodeterminación formal desde hace un año atrás en que eligieron a su primer gobierno, pero acentúan que toda la vida se han administrado igual, desde hace más de 70 años en que el abuelo de Adrián pisó esas tierras por primera vez.

Ante las cámaras nacionales reconocen la presencia criminal en todas las instituciones del país y reafirman su llamado, no solo a la Comunidad Le Barón sino a los mexicanos, en general para no permitir que esta realidad siga permeando, pues la misma Constitución en su artículo 39 otorga el derecho a la ciudadanía para cambiar al Gobierno si no le beneficia.

“Con las manos amarradas casi podemos hacer mejor las cosas que los partidos políticos”, afirman mientras acusan a los órganos políticos de sembrar división, odio y chisme entre la población quien debe estar unida para no permitir más atropellos sociales.

Terminan el enlace nacional con bendiciones y poniéndose al servicio de Chihuahua y México. 

En la intimidad de la casa, las respectivas familias sirven una modesta cena, un café y un postre; los temas políticos, sociales, económicos, históricos y los chistes que nacen del acoso constante en el que viven, son parte de la sobremesa que sirve de preámbulo para irse a dormir y esperar el alba y con ella, la siguiente taza de café.